Desde que nacemos, las personas tenemos que afrontar diferentes cambios que sufrimos en nuestra rutina y en la forma de vida habitual que llevábamos. Hemos tenido que afrontar cambios en las rutinas académicas, sociales, familiares, alimenticias, etc. Muchos de estos cambios son naturales porque forman parte del proceso evolutivo, pero existen otros que pueden marcar un antes y un después en la persona. Son cambios que conllevan a que una persona deba cambiar de forma brusca su rutina, sus relaciones sociales habituales e incluso sus metas y objetivos personales, laborales y académicos. A este tipo de cambios se le conoce como “cambio vital”. Así, por ejemplo, ¿Cómo afrontar el hecho de habernos quedado sin empleo? ¿Cómo afronto una nueva rutina diaria donde mis metas y objetivos diarios han cambiado, donde no vuelva al sitio y con las personas con las que estaba acostumbrado a trabajar y a convivir? ¿Qué va a ser ahora de mí?
Los cambios vitales deben ser considerados como una oportunidad para vivir nuevas experiencias, aprender y crecer como personas. Para afrontar de forma más positiva los cambios vitales, es importante llevar a cabo estrategias resilientes. La resiliencia es la capacidad que tienen las personas de afrontar las adversidades que viven en el día a día, siendo estas vistas como retos y oportunidades para el aprendizaje y el desarrollo. Es por ello que resulta importante aprender estrategias resilientes que nos ayuden a afrontar de forma positiva los cambios vitales que experimentemos.