La violencia, bien como conducta de relación o como método de resolución de conflictos entre las personas, deriva en consecuencias que son nefastas y destructivas, tanto físicas como psicológicas. Cuando la violencia involucra a menores de edades infantiles y adolescentes, tanto el daño ocasionado como las consecuencias derivadas del mismo pueden ser determinantes en el devenir y en el futuro de estas personas.
Actualmente, en una sociedad de cambios rápidos y profundos, la escuela está buscando una nueva ubicación social, una nueva referencia psicopedagógica, su propio espacio simbólico y moral, en una sociedad que tiende a desentenderse de la educación de sus menores y donde la tecnología debería tener un uso adecuado y controlado. La familia y la escuela son los contextos principales de protección, donde se debe preparar a menores para una vida independiente en una sociedad en la cual deberán hacer valer sus derechos, alejados de una violencia tan innecesaria como inútil para resolver posibles conflictos a lo largo de su vida. Es fundamental fomentar y favorecer valores basados en el respeto mutuo, la cooperación y la responsabilidad en el aula.
Finalmente, tanto si luchas contras las etiquetas de género desde hace tiempo como si es algo nuevo, es necesario hacer referencia a la necesidad social de una educación basada en los pilares de la igualdad, que impulse la creación de nuevos horizontes e imagine nuevas posibilidades. La sociedad actual exige este cambio.